jueves, 1 de noviembre de 2012

LA ANESTESIA EN ODONTOLOGIA


LA ANESTESIA EN ODONTOLOGIA

La aplicación de la anestesia odontológica debe ser muy cuidadosa.
Por lógica podría calificarse sencillamente como un dolor que evita otro mayor.
Los odontólogos la definen clínicamente como un procedimiento mediante el cual se utilizan medicamentos para bloquear las terminaciones nerviosas de las piezas dentarias.
Así, el “pinchazo” de la inyección anestésica - aunque también viene presentada en gel de uso tópico – puede hacer menos traumáticos los procedimientos como las exodoncias (extracciones), tratamientos de conductos, remociones de caries y tratamientos periodontales.
El favorecido no sólo es el paciente, que tras el efecto de adormecimiento no siente dolor alguno, sino el odontólogo, que puede trabajar con más tranquilidad y rapidez.
Se supone que a los tres o cinco minutos la sensación de hinchazón y adormecimiento no se hace esperar.
Sin embargo, los especialistas advierten que la tensión nerviosa y el metabolismo del paciente además de las variaciones anatómicas de las líneas nerviosas, pueden retardar o incluso anular el efecto.
Entre las sustancias más utilizadas hoy día para adormecer la zona a tratar, estan las amidas como la xilocaína, la prilocaína y la nestocaína, que son totalmente naturales.
También existen otras menos modernas denominadas esteres.
La más conocida de este grupo de anestesia sintética es la mepivacaína, que por lo general es usada en tratamientos de corta duración.
Justamente la diferencia entre usar uno u otro producto, en opinión de los odontólogos, está en la duración del procedimiento.

Mientras unas tienen un efecto que perdura dos horas, otras sólo actúan durante 30 o 45 minutos.
Hay aspectos que se deben cuidar al aplicar un anestésico para no causarle daños mayores al paciente: la técnica, la dosis y las contraindicaciones.

Es preciso tener en cuenta que el odontólogo debe tener conocimientos en anatomía para determinar el sitio exacto donde realizar la aplicación, la cual debe hacerla en forma firme y lenta.
La dosis permitida es de cinco a ocho crápulas para adultos y de dos a tres para niños, caso en el que la aplicación debe ser muy localizada, ya que el hueso es más poroso y penetra con mayor facilidad que en adulto.
Un aspecto que se debe considerar, según los odontólogos es que los diabéticos y las personas con enfermedades cardiovasculares sólo pueden recibir estas sustancias, cuando no contienen vasoconstrictores de los tejidos.


En cuanto a las mujeres embarazadas no son aconsejables las anestesias que contienen adrenalina, puesto que elevan aún más la presión arterial, ya aumentada con el embarazo.
El riesgo al no tener en cuenta estas consideraciones es alto.
Por ejemplo pinchar un nervio, puede generar una parestesia, es decir un adormecimiento temporal o indefinido del tejido blando.
Así mismo cabe anotar otros peligros como por ejemplo pinchar un vaso sanguíneo puede ocasionar un edema o provocar convulsiones.
Colocar la anestesia en el músculo puede ocasionar un bloqueo al abrir la boca, que se conoce como trismus.
Así mismo, cuando se inyecta aire por error hay posibilidades de que se formen trombos.
Claro que también hay que tener en cuenta que todas las personas no reaccionan igual a la anestesia.
Es posible que algunas sufran un ataque de falta de oxígeno (epoxia) debido al nerviosismo o que tengan predisposición a rechazar la sustancia (hipersensibilidad), advierten los odontólogos.
Alergias, y en el peor de los casos un paro cardiorrespiratorio, son otras posibles complicaciones, aunque no son frecuentes.
Los avances de la ciencia han hecho que las técnicas de aplicación de la anestesia se diversifiquen, de forma que se evite el “pinchazo” que le causa temor y dolor al paciente.
Una de las nuevas técnicas para aplicarla es una pistola que dispara la sustancia anestésica directo al sitio a intervenir.
Pero también es posible, tal como lo explican los especialistas que el mismo paciente gradúe y controle la intensidad de dolor que puede soportar, o sea, su umbral del dolor.
Para ello, se colocan unos electrodos en la zona mandibular, que envían impulsos eléctricos y adormecen el área; el paciente maneja una especie de radio con el que intervienen el efecto anestésico.

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